No hay nada más sano ni más revelador que descubrir el lugar de uno mismo en el mundo. Quiénes somos, qué se espera de nosotros, dónde podremos llegar… Pero descubrirlo requiere un ejercicio de humildad, psicoanálisis y valentía que pocos se atreven a hacer.
A las marcas les pasa exactamente lo mismo. Es mucho más fácil vivir con la idea de que somos importantes para las personas, aunque la mayoría de las veces sepamos que no es cierto.
Hoy en día las marcas juegan un papel más bien discreto en la vida de los consumidores. Ya no existe la fidelidad, nadie se siente culpable por abandonar una marca comprada durante años si aparece en el mercado algo más atractivo. Los departamentos de marketing viven con auténtico terror la aparición de noticias y opiniones en las redes acerca de sus productos. Ya hay tantos factores externos en juego que se hace difícil controlar todo lo que se dice de una marca en un mundo ya 100% digital.
Por eso el éxito de una marca acaba reduciéndose a una cuestión de confianza. Una confianza que ya no es opcional, y que además va mucho más allá de las estrategias de comunicación. Siguen apareciendo estudios que evidencian serios problemas de confianza en ciertas categorías de productos por parte de los consumidores, y esto merece cuanto menos alguna reflexión.
Si nos fijamos en los factores que generan esta confianza en el consumidor, veremos que no tienen que ver sólo con los productos y servicios sino con el impacto de éstos mismos en la sociedad y en el planeta: el origen de las materias primas, el proceso de producción, las políticas de reciclaje o la gestión de los beneficios son aspectos fundamentales a la hora de depositar esta preciada confianza en una marca. Y lo más relevante es que nada de esto puede suplirse con buenas campañas de comunicación puramente cosméticas.
Hace no tanto las grandes compañías acostumbraban a lanzar campañas de corte institucional a través de las cuales recordaban a la sociedad todas las cosas buenas que hacían, a parte de ganar dinero. Pero lo cierto es que nunca hasta ahora se han tenido que tomar tan en serio tantos aspectos de la compañía. Llegando incluso a tomar decisiones que han afectado directamente en procesos internos. Porque todo comunica, y más en un mundo en el que la comunicación comercial cada vez genera menos confianza.
Las marcas viven un momento de transformación interna en su camino para volver a ser relevantes para sus consumidores. Y eso va mucho más allá de la comunicación. Hay que hacer más que decir, y hacer mucho. Aunque eso suponga remover los cimientos de la compañía. Hay que atreverse a descubrir el lugar real que tienen en la vida de sus consumidores y empezar a cambiar los aspectos que alejan esta valiosa confianza.