Fin de Año, Navidad, Carnaval... Hay ocasiones durante el año en las que todos nos ponemos de acuerdo para celebrarlas juntos y todo lo alto. Disfraces, canciones y bailes nos unen más que nunca y entre todos mantenemos vivas estas tradiciones.
Una de estas ocasiones, la noche de Halloween, se ha abierto paso en nuestro país gracias, sobre todo, a la influencia del cine estadounidense. Tanto es así que ya es habitual ver por nuestras calles a grupos de niños tocando los timbres de las casas pidiendo caramelos. Y las marcas, como no podía ser de otra manera, no viven ajenas a este fenómeno. Han visto en esta fiesta una ocasión muy tentadora para ganar algo de relevancia. La vinculación con este tipo de tradiciones permiten conectar con la emocionalidad popular de forma muy directa, por lo que estamos viviendo una auténtica fiebre por hacer algo durante esas fechas. La intensidad con la que esto se vive es evidentemente más elevada en EEUU, donde se ha llegado a un punto en el que lo montones de marcas se mezclan entre el gentío, asaltando a quien se les acerque con sus propuestas. Ni vampiros ni brujas ni fantasmas. La noche de Halloween ya no la puedes pasar sin que una marca te asuste. Ya sea con una receta especial, cuando vas al súper a hacer la compra, mientras ves la tele, cuando llaman a la puerta, cuando estás chafardeando en Twitter, escuchando Spotify, cuando paseas por el parque... Ya no hay escapatoria. Las marcas se han apoderado de Halloween y no van a irse. Aunque sea para utilizarlo como excusa para lanzarte un mensaje por la igualdad de género, para dejar sin teléfono a algunos influencers o para que cambies tus caramelos por los de una marca mejor.
Sea en las redes, como acciones de gerrilla o en los medios convencionales, todo vale para subirse al carro de Halloween. Y eso, tarde o temprano, acabará pasando factura.