Por mucho que Republicanos y Demócratas se enfrenten cada cuatro años en una de las más sucias y lamentables guerras políticas del mundo, hay algo en lo que están todos de acuerdo: la grandeza de su nación. Según los estadounidenses, América (como a ellos les gusta definir a su país) es la nación más grande del mundo, y así debe seguir siendo, gobierne quien gobierne. La evidencia de la indiscutibilidad de este apego por la patria se puede vivir en cada uno de los miles de eventos deportivos que cada día recorren el país. Cuando el himno nacional empieza a sonar todas las diferencias quedan a un lado, todos se sienten identificados con él, y, sobre todo, todos lo honran. De pie y con porte serio y respetuoso, millones de estadounidense se unen en su devoción por los símbolos patrios. Tan así es que pobre del que cuestione esta ancestral liturgia. Pobre del que se atreva a mancillar este momento de alineación de masas.
Esto es lo que se atrevió a hacer el jugador de fútbol americano Colin Kaepernick, en un partido en el que osó escuchar el himno con una rodilla en el suelo. Kaepernick, al igual que algunos de sus compañeros, quería así mostrar su malestar contra el racismo y la brutalidad policial hacia la comunidad afroamericana que en los últimos tiempos estaba instaurándose a lo largo del país.
La polémica invadió tertúlias televisivas, portadas de periódicos y charlas en los bares. Se podría decir que ese gesto empezó un movimiento, una conversación acerca de los cimientos de la nación, que instauró una atmósfera enrarecida y incómoda acerca de lo que es y lo que no es América. Más jugadores se unieron a la protesta, e incluso Trump entró al trapo.
Lo que nadie se esperaba es que una marca como Nike, un gigante en el mundo del marketing y del deporte profesional, un emblema americano desde hace décadas, se posicionara de la forma tan contundente en la que lo ha hecho.
Ni más ni menos que dedicando su campaña de celebración del mítico Just do it a Kaepernick, y a su gesto/gesta.
Las reacciones no se han hecho esperar, y han sido muchos los que han echado pestes sobre la marca, pero los que estamos en el lado del marketing y la comunicación de marcas, deberíamos estar celebrándolo.
Nike es una marca con un ADN valiente, atrevido. Es una compañía con un propósito enorme que no deja de compartir y evolucionar, y que nos demuestra, tanto a los que asesoramos a marcas como a los departamentos de marketing más conservadores, que el camino es involucrarse. Tomar partido. Opinar acerca de lo que importa a la gente. Formar parte de la conversación. Conseguir tener un efecto real en la sociedad, llevarla hacia un lugar mejor. Un lugar en el que todo puede ser cuestionado, sobre todo si lo que está en juego es algo tan serio como la discriminación y el abuso raciales.
Nadie sabe cómo acabará esto para Nike. Algunos ya empiezan a fijarse en las consecuencias más negativas. Pero lo cierto es que el eslogan por antonomasia, el Just Do It que nos enamoró a todos hace tanto tiempo, está más vivo que nunca. Y no sólo eso, sino que está más dotado de significado, justo en el momento en el que las marcas son más irrelevantes para el mundo. Porque como dicen en su campaña, las marcas deben creer en algo. Incluso cuando eso signifique sacrificarlo todo.